México y el mundo entero viven una crisis de salud por la presencia y contagio del COVID-19 que ha tenido consecuencias en la economía y también en la producción y suministro de alimentos, con efectos a futuro imprevisibles. No hay un problema más importante que otro: salud, economía y alimentos son tres elementos vitales para la vida. Es imposible prescindir uno de otro.
Ante este panorama nada halagüeño, existen oportunidades que hay que aprovechar como lo expresaron los destacados industriales que participaron en el seminario web, organizado por el Consejo Nacional de Fabricantes de Alimentos Balanceados y de la Nutrición Animal, A. C. (CONAFAB) y la Asociación Nacional de Industriales de Aceites y Mantecas Comestibles, A. C., (ANIAME), en el que expusieron sus puntos de vista y analizaron la situación que guarda la industria de aceites, grasas y pastas proteínicas y de alimentos balanceados para el sector pecuario.
Es imposible separar salud-economía-alimentos, trinomio que, cada sector en su especialidad, tiene que definir su problemática y encontrar respuestas rápidas y eficientes.
¿Qué hacer entonces? Es evidente que para encontrar respuestas a la crisis salud-economía-alimentos es necesario garantizar la salud con medidas de protección a los contagios y atención de los enfermos, tener hospitales bien atendidos y bien equipados y hacer pruebas.
En cuanto a su consecuencia en la caída en la economía, es necesario tratar de recuperar los empleos perdidos, contar con políticas financieras bien definidas y atender a las personas que sufrirán desempleo o altos niveles de pobreza.
El tercer punto imprescindible es garantizar la mayor diversidad posible de alimentos para toda la población, actividad que inicia con la agricultura y la ganadería, y le siguen muchísimas otras acciones para que los alimentos lleguen hasta la mesa del consumidor.
En la actualidad, la producción nacional de oleaginosas es deficitaria, y se tienen que importar estas materias primas para satisfacer la creciente demanda. Situación que por diversos factores ha cambiado pues hasta finales de la década de 1980, México fue autosuficiente. Sin embargo, debido a la apertura comercial, a políticas agrarias que favorecieron a otros cultivos que no siempre son los más adecuados a las condiciones agroecológicas de las regiones del País donde se establecieron.
Los cultivos de oleaginosas más recientes son: palma de aceite, aguacate y olivo. Los tres con gran éxito y niveles de producción en crecimiento.
En primer lugar está la investigación científica desarrollada en los últimos años que muestra el valor nutricional y el beneficio para la salud de los aceites vegetales.
Estudios que son compartidos y asesorados por el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ) y difundidas en seminarios especializados a médicos y nutriólogos, de tal manera que muchos médicos incluyendo al Director de Nutrición del INCMNSZ, Dr. Carlos Alberto Aguilar Salinas afirma que: “Una dieta baja en grasas no es sinónimo de salud”.
Hay que reconocer que las grasas son esenciales para mantener la buena salud. Proporcionan más energía por unidad de peso (9kcal/gr) que cualquier otro nutriente. Sus ácidos grasos altamente insaturados son parte importante de las membranas celulares. Los ácidos grasos polinsaturados, de las familias n-3 y n-6 ayudan al buen desempeño metabólico e importante actividad biológica, en relación con una variedad de funciones corporales.
En segundo lugar está el interés por la sustentabilidad que ha marcado el camino de los productos oleicos, del campo al consumidor final, pasando por los diversos procesos industriales de fabricación.
Luego de que poco a poco la economía mundial empieza a reactivarse y a levantar las estrictas medidas de confinamiento por la pandemia COVID-19, persiste una gran incertidumbre sobre la magnitud y la duración del impacto recesivo que habrá en cada país en particular y en la economía global.
Se esperan caídas en la producción de aceites vegetales (encabezados por los aceites de palma, soya y canola). En octubre 2019/septiembre 2020, el consumo mundial caerá, luego de crecer 7 TM el ciclo previo y de registrar un aumento promedio de 6.6 millones TM en los últimos cinco ciclos.
México ocupa el noveno lugar mundial como productor de pastas oleaginosas y la posición número 14 como país productor de aceites y grasas comestibles, actualmente se cubre el 60% de los requerimientos del mercado de pastas proteínicas con producción nacional y en el caso particular de la pasta de soya, este porcentaje se eleva a casi 72%.
A inicios de 2020 no se vislumbraba crisis alguna: las economías seguían funcionando con regularidad; sin embargo, unas semanas después se desató la pandemia que desafortunadamente seguirá por unos meses más. Y, con esta situación se registrarán mayores caídas en el consumo de oleaginosas y en el PIB de todas las naciones y en México también.
El consumo de aceites vegetales registrará una tendencia a la baja, resultado de la pandemia por disminución en el consumo en restaurantes y en el doméstico por crisis
económica y el desempleo. Es casi inevitable una destrucción de la demanda en sectores específicos por el confinamiento de la población, con la consecuente afectación económica a las empresas de toda la cadena de suministro.
Los mercados más afectados son las instituciones (hoteles, restaurantes, cines, teatros, estadios) cuya recuperación será lenta, ya que depende de la confianza que tendrán las personas de ir a sitios públicos. Por tanto, el consumo se inclinará hacia lo doméstico.
La disminución del poder adquisitivo de las familias posibilita la migración del consumo a productos y mercaderías de precio más bajo. Desde luego, persiste la incertidumbre porque la pandemia aún sigue.
Otro reto: la entrada en vigor de la NOM 051, que afectará a un segmento del mercado, sobre todo a las empresas que fabrican alimentos procesados.
Perdedores potenciales: turismo y recreación, transporte aéreo y marítimo, industria de automóviles, construcción y bienes raíces, manufacturas, servicios financieros, educación, petróleo y gas.
Ganadores potenciales: agricultura, e-comercio, comunicaciones, cuidado personal y a la salud, procesamiento de alimentos y ventas al menudeo, suministro de medicamentos y servicios médicos.